Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que

la felicidad era un tesoro.

A partir de aquel instante comenzó a buscarla.

Primero se aventuro por el placer y por todolo sensual,

luego por el poder y la riqueza,

después por la fama y la gloria, y así fue

recorriendo el mundo del orgullo, del saber,

de los viajes, del trabajo, del ocio y de

todo cuanto estaba al alcance de su mano.

En un recodo del camino vio un letrero que

decía: “Le quedan dos meses de vida.”

Aquel hombre, cansado y desgastado por los

sinsabores de la vida se dijo: “Estos dos

meses los dedicare a compartir todo lo que

tengo de experiencia, de saber y de vida

con las personas que me rodean.”

Y aquel buscador infatigable de la felicidad,

solo al final de sus días, encontró que en

su interior, en lo que podía compartir,

en el tiempo que le dedicaba a los demás,

en la renuncia que hacía de sí mismo por

servir estaba el tesoro que tanto había deseado.

Cuando una de las puertas de la felicidad se

cierra, otra se abre, pero, a menudo, miramos

tanto la puerta que se ha cerrado que no vemos

aquella que se ha abierto para nosotros.

Helen Keller

sigue-el-camino-y-acanzaras-la-felicidad Espero y deseo que haya gustado este cuento, la verdad creo que el relato refleja muy bien mi concepto de la felicidad. Para mí se trata un estado interior de serenidad y autonomía, es algo que se lleva dentro. La felicidad depende más de cómo vivimos las cosas que las cosas que vivimos. Según Aristóteles, la felicidad como virtud y plenitud procede del interior de las personas. En buena parte podemos decir que el nivel de felicidad de nuestra vida depende de la serenidad de nuestra conciencia.

Creo que con los tiempos que corren han aparecido muchos expertos en felicidad, libros y blogs sobre estos temas lo cuales nos aportan recetas para ser más felices, pero te has preguntado ¿Qué es la felicidad para ti?

Sólo desde la reflexión y el autoconocimiento podrás avanzar en tu camino hacia la felicidad.

Sé tu propia luz. Buda

Sigue tu camino hacia  tu propia felicidad.

Montse Taboada