Ayer impartí un curso sobre Emoción y Trabajo en Equipo en el cual pudimos  tomar conciencia de cuales son muestras emociones para poder responsabilizarnos de las mismas y así  poder actuar. Cualquier cambio que  queremos  producir  en nuestro sistema  pasa por el reconocimiento y aceptación de nuestras emociones. Si yo no cambio de actitud difícilmente se producirán cambios en mi sistema.

La ley del boomerang o de la correspondencia dice:

Todo lo que haces a los demás, también te lo haces a ti mismo. Eric Fromm

Quiero compartir con todos este relato que creo que refleja muy bien el efecto  boomerang a nivel  emocional.

anciano-samurai4 Había una vez en el antiguo Japón, un viejo samurái, ya retirado que se dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos. A pesar de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a cualquier adversario.
Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su género. Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un especialista en la técnica de la provocación. Este guerrero esperaba que su adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad fulminante. Nunca había perdido un combate. Sabiendo de la fama del viejo samurái, estaba allí para derrotarlo y así aumentar su fama de invencible.
El viejo aceptó el reto y se vieron en la plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar. El joven empezó a insultar al viejo maestro. Le escupió, tiró piedras en su dirección, le ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados. Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro permaneció impasible.
Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró.
Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo el riesgo de ser vencido.

-Si alguien te hace un regalo y tú no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese regalo? -preguntó el samurái.
-A quién intentó entregarlo -respondió un discípulo.
-Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia -dijo el maestro-, cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo.