La felicidad es un tesoro.

Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que

la felicidad era un tesoro.

A partir de aquel instante comenzó a buscarla.

Primero se aventuro por el placer y por todolo sensual,

luego por el poder y la riqueza,

después por la fama y la gloria, y así fue

recorriendo el mundo del orgullo, del saber,

de los viajes, del trabajo, del ocio y de

todo cuanto estaba al alcance de su mano.

En un recodo del camino vio un letrero que

decía: “Le quedan dos meses de vida.”

Aquel hombre, cansado y desgastado por los

sinsabores de la vida se dijo: “Estos dos

meses los dedicare a compartir todo lo que

tengo de experiencia, de saber y de vida

con las personas que me rodean.”

Y aquel buscador infatigable de la felicidad,

solo al final de sus días, encontró que en

su interior, en lo que podía compartir,

en el tiempo que le dedicaba a los demás,

en la renuncia que hacía de sí mismo por

servir estaba el tesoro que tanto había deseado.

Cuando una de las puertas de la felicidad se

cierra, otra se abre, pero, a menudo, miramos

tanto la puerta que se ha cerrado que no vemos

aquella que se ha abierto para nosotros.

Helen Keller

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