Juan Carlos Cubeiro – Presidente de Eurotalent

Existen ‘chupasangres’ que no son malos sino inmaduros, como seres humanos que absorben la energía y, por tanto, el compromiso que es un multiplicador del talento. Frente a los vampiros emocionales no nos cabe otra que fomentar una actitud positiva. El optimismo, el entusiasmo, la confianza, la empatía nos liberan de esta peligrosa amenaza.

En esta difícil cartelera, en la que el Mundial de Sudáfrica complica la aparición de grandes estrenos, se ha colado una comedia española de Álvaro Saénz de Heredia titulada La venganza de Ira Vamp. Basada en la obra teatral The Mystery of Irma Vep, del británico Charles Ludlam, está protagonizada por Josema Yuste (ex Martes y Trece) y Florentino Fernández, que ya interpretaron la versión teatral hace un par de años.

La historia es la siguiente: mansión de Mandacrest, en la campiña británica, alrededor de 1910. Lord Winston, un eminente egiptólogo que ha enviudado de lady Ira Vamp, se ha vuelto a casar con la cantante italiana Claretta Castafiore. Frida, el ama de llaves austriaca que dice frases como: “Se atormenta una vecina”, le cuenta a Claretta la tragedia que ocurrió en la mansión unos años antes.

El polifacético director Álvaro Saénz de Heredia busca que pasemos un buen rato apelando a un tema muy de actualidad: los vampiros (emocionales). Al fin y al cabo, Ira Vamp es Vamp-Ira.

Los chupasangres del siglo XXI
Según el psicólogo Albert Bernstein, los vampiros emocionales no quieren nuestra sangre, sino nuestra energía (y, por tanto, nuestro compromiso, que es un multiplicador del talento). No son intrínsecamente malos, sino inmaduros como seres humanos, por lo que no saben distinguir entre bondad y maldad. Son caprichosos, sólo atienden a sus necesidades y carecen de integridad. Hay cinco tipos de vampiros emocionales: antisociales (temerarios, vendemotos y bravucones), histriónicos (falsos, pasivo-agresivos), narcisistas (divos), obsesivo-compulsivos y paranoicos. En general, utilizan el miedo para conseguir la energía que están buscando.

Mientras nos reímos con las ocurrencias de la pareja formada por Josema y Flo, podemos pensar en cuál es el papel de los vampiros emocionales en la gestación y en la duración de esta crisis económica, que en realidad es una crisis de valores. En agosto de 2007 saltó la alarma por las hipotecas subprime, que eran la punta del iceberg de los más variados comportamientos chupasangres. La crisis Ninja (prestar a personas sin ingresos, sin activos, ni trabajo) provocó el estallido de la burbuja inmobiliaria, el incremento del déficit público y la situación actual de incertidumbre. Tres años después, no acabamos de ver la salida del túnel.

¿Cuál es el papel de los vampiros emocionales en esta crisis? Verdaderamente decisivo. Son quienes despertaron la codicia que llevó a un exceso de crédito, quienes han minado la confianza, los que han sembrado el panorama de desesperanza desde los medios de comunicación, la Administración Pública y las empresas privadas. Son los agoreros, los jefes tóxicos (cuatro de cada diez directivos en nuestro país), los que parecen alegrarse de las malas noticias a nuestro alrededor.

Frente a los vampiros emocionales no nos cabe otra que fomentar una actitud positiva. El optimismo, el entusiasmo, la confianza, la empatía nos liberan de esta peligrosa amenaza. Si visualizamos un futuro esperanzador, si nos marcamos retos ilusionantes, si elevamos nuestras capacidades, si aprendemos desde la humildad y saboreamos la vida y si fomentamos la colaboración, nos libraremos de ellos.

El doctor Bernstein nos recomienda tres técnicas para defendernos de los vampiros emocionales:
El control. Lo tenemos cada uno de nosotros, no los vampiros, que tratan de convencernos que no hay más opción que caer en sus redes. El futuro nos pertenece.
La conexión. Los vampiros emocionales pretenden el aislamiento. La amistad y mantener los valores son los mejores aliados para evitarlo.
La valentía. Hemos de enfrentarnos a nuestros miedos. Como ellos utilizan el terror como estrategia, hemos de ser valientes y perseguir nuestros sueños.

En definitiva, para vencerlos debemos realizar deliberadamente una docena de actividades que, según la experta en felicidad Sonja Lyubomirsky, marcan la diferencia: expresar gratitud, cultivar el optimismo, evitar pensar demasiado y la comparación social, practicar la amabilidad, cuidar las relaciones sociales, desarrollar estrategias para afrontar (resiliencia, serenidad, aguante), aprender a perdonar, fluir más, saborear las alegrías de la vida, comprometerte con tus objetivos, practicar la religión y la espiritualidad y, por último, ocuparte de tu cuerpo y de tu alma: meditar, actividad física, actuar como una persona feliz.

Sentido común, pero no práctica común. Si fuera la práctica más habitual en todos nosotros, la crisis se habría acabado ya.