En la mayoría de mis talleres formativos siempre se toca un tema de suma importancia, para mí, que es  como desarrollar la conciencia y responsabilidad de los asistentes  ya que constituyen la clave de un buen aprendizaje.

Muchos  de vosotros quizás os preguntéis y ¿Qué es conciencia?

Para mí la conciencia no es nuestra  mente. Si la mente fuese una bombilla, la conciencia sería la electricidad que la ilumina. Un reflejo deslucido de la conciencia en la mente provoca confusión, equívocos y finalmente sufrimiento. Una mente iluminada por la conciencia está en paz y está  presente. La calidad de tu conciencia determina la calidad de tu vida. Por ello las mentes embotadas y las emociones turbias reflejan mal  la conciencia.

La mayor parte del tiempo nuestras mentes funcionan en piloto automático. Nuestro dialogo interno es un buen ejemplo de la mente desbocada, por ello la importancia de tomar conciencia de qué te dices, que piensas y como te sientes en cada momento. Parece que si apagamos la conciencia, no estamos en el aquí y en el ahora, difícilmente llegaremos a elevar la consciencia. Es lo que nos da a entender el cuento del maestro zen que recibía muchas visitas de personas en busca de consejos:

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Un día recibió a un joven que se tomaba muy en serio su camino espiritual. Se sentía preparado para convertirse en la mano derecha de cualquier gran maestro.

Ese día había llovido cuando el joven llegó a la casa del maestro. El joven se quitó los zapatos y dejó el paraguas antes de entrar en la habitación. Se inclinó ante el maestro y le dijo que le gustaría convertirse en su discípulo.

El maestro sonrió, pero no dijo ni una palabra.

El joven, un poco incomodado por el silencio, le dijo que había estudiado mucho. Que pensaba que estaba llamado a convertirse en uno de los “iluminados”

El maestro le preguntó: ¿sabes a qué lado de la puerta has dejado el paraguas y a qué lado de la puerta has dejado los zapatos?

N-n-no, tartamudeó el joven, desconcertado. ¿Por qué?

El maestro le respondió de forma muy calmada: “Porqué lo que tú buscas es la consciencia” ¿Y cómo puedes estar consciente si ni siquiera sabes dónde has dejado los zapatos y el paraguas?

El valor intrínseco de la vida depende de la conciencia y del poder de contemplación, no de la mera supervivencia. Aristóteles